Regresamos a este hotel en la pintoresca localidad de Vila Viçosa procurando revivir la experiencia en nuestra primera visita, en la que disfrutamos de un menú degustación de autor como parte del servicio de media pensión. Al llegar, el recepcionista nos hizo saber que ciertas cosas habían cambiado tras la pandemia. Desafortunadamente, los cambios han sido a peor tal vez por un cambio en la gestión del establecimiento. Para empezar, vinimos a saber que el restaurante de autor ya no estaba operativo y que ahora se servía la cena en un restaurante de comida tradicional portuguesa. A priori, eso no implicaba que los 50 euros por persona del servicio de media pensión fuesen a resultar en una peor experiencia. En esta ocasión, tampoco se nos ofreció el vino dulce de Borba como bienvenida, pero tampoco es un detalle reseñable. Lo que no ha cambiado del hotel es su peculiar sentido del diseño de interiores que no es para todos los gustos. Navegando entre lo excesivo y lo kitsch, el hotel podría aprovechar mil veces mejor espacios comunes desangelados con curiosas pinturas de inspiración romana, como el salón común que estaba completamente vacío y no invitaba a sentarse. Las habitaciones son amplias y cómodas y el servicio de spa y piscina resultan también correctos, aunque cabría preguntarse si merecen los 240 euros la noche (en la categoría básica de alojamiento), dada la ubicación y servicios globales que ofrece el alojamiento, cuyo desayuno es el único que realmente corresponde al estándar cinco estrellas. Con todo, la decepción mayúscula fue la cena. Llegamos al restaurante, con una decoración a medio camino entre salón clásico y cantina mexicana, y se nos entrega la carta. A la pregunta de en qué consiste la media pensión, el camarero (simpático y resuelto, pero superado por la presión dado que era la única persona sirviendo a las mesas durante las 2 horas que permanecimos allí) nos dice que elijamos una entrada, un plato principal y un postre. Las opciones, efectivamente, las propias de un restaurante tradicional (la carta está disponible en servicios online como thefork si queréis consultarla). Lo que nos llamó la atención es que el precio medio de la entrada (8 euros), del plato principal (20) y los postres (6/7) sumaba 35 euros, cuando nosotros habíamos prepagado 100 y a ello hubo que sumarle el precio de las bebidas (por cierto, el agua filtrada también se cobra a 2 euros la botella). Nos resultó extraño que el camarero retirase los platos de pan al servir la entrada, pero pudimos constatar que en ninguna de las mesas se había servido pan (o el típico servicio couvert de los restaurantes portugueses). No habría pan o bien el pobre camarero, que además hacía a las veces de barman para los que venían a tomarse una copa, probablemente no podía gestionar todo solo. Recordemos: un hotel de 5 estrellas que cobra 50 euros por persona por media pensión sin bebidas y 240 euros por habitación, pero no puede contratar un segundo camarero por lo que par
Fabuloso
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