Usuario invitado
21 de junio de 2022
Lo primero fue que, al llegar en coche y llegar hasta la recepción con el equipaje, te dicen que tu habitación está en un anexo y que lo mejor es volver al coche y aparcar frente al edificio. Así que vuelta al coche con el equipaje y luego descarga bajando unas escaleras y después sube otras hasta la habitación. Todo esto arrastrando tus maletas porque nadie te ayuda. El servicio de restaurante en la terraza, una noche muy calurosa. No era posible en el interior, con aire acondicionado. De repente se desató una tormenta y todo salía volando, incluso te mojabas. El jamón ibérico no era de bellota, aunque te cobraban 17 euros por apenas 100 gramos, incluyendo las lonchas oxidadas del corte antiguo de la pata. La ensalada parecía de bolsa, así que con todo esto no nos quedaron ganas de pedir nada más y, ni mucho menos, de volver a comer o cenar al día siguiente. La habitación era amplia y estaba limpia, el aire acondicionado funcionaba bien. El baño también amplio aunque solo con ducha de teléfono, lo que resulta bastante incómodo. La cama y las almohadas, un desastre. El entorno, un erial. Césped artificial en un patio con olivos. No existen jardines, para evitar su mantenimiento. La piscina es mínima. El bufé de desayuno vulgar y corriente. El personal escaso, aunque tengo que destacar la amabilidad de Juan Antonio, el factotum, que hace de todo: camarero, telefonista, servicio de habitaciones... Es una pena que no hayan aprovechado la arquitectura de un antiguo cortijo para crear un espacio mucho más acogedor. Parece que solo les interesaba maximizar el número de habitaciones, con lo cual el resultado es como si fuera un hotel urbano en mitad de la nada. En resumen, me ha resultado una estancia decepcionante. No creo que vuelva a alojarme en este sitio. Si quieren disfrutar del encanto de un cortijo andaluz, les recomiendo el Hotel Cortijo Las Piletas, apenas unos pocos kilómetros más allá, en dirección a Ronda.