Usuario invitado
5 de mayo de 2025
Lo primero es que si tienes problemas de movilidad o no puedes subir escaleras, este lugar no es para ti. 84 escalones en total, sin ascensor. Por lo demás, la habitación que nos dieron, la primera a la derecha al entrar, era pequeña, pero bien amueblada, con frases agradables en la pared y una decoración conmovedora. La cama era firme, como nos gusta, y nos cambiaban la ropa de cama enseguida cuando hacía demasiado calor. El baño estaba limpio, luminoso y bien iluminado, una ventaja para quienes se maquillaban. Sin embargo, había algunos problemas: la tapa del inodoro estaba muy suelta; solo funcionaba un botón del inodoro (¡nos advirtieron que el otro lo dejaba inoperativo!); y el cabezal de la ducha no se quedaba en su sitio porque el tornillo de ajuste estaba roto. El desayuno ofrecía una amplia variedad, desde dulces locales y delicias de repostería hasta algunos cereales, yogures y fruta fresca, y se ofrecían huevos cuando María estaba de guardia. Podías volver a cualquier hora del día y servirte té, café y galletas. Otros han comentado sobre el ruido, pero no nos pareció un problema. Por último, el personal, Fabio y María, es maravilloso. Amables, accesibles, siempre dispuestos a aconsejar o a revisar tus peticiones si tienen dudas, y Fabio te ayuda a subir y bajar el equipaje por las escaleras. En definitiva, un precio razonable y un alojamiento ideal para pasar unos días en el corazón del casco histórico.
Texto originalTraducción facilitada por Google