Usuario invitado
5 de noviembre de 2022
Si el baño y las camas estaban limpios, los muebles permanecían durante tres días cubiertos de polvo. Imposible usar la tetera dada la tarta que la tapaba. Restaurante, 46 euros por una comida más que básica, en el sótano, al lado de los baños desagradables. No hay indicación del precio de la comida. Un hotel donde no es posible cambiar dinero, con un personal que demuestra lo mucho que nos molesta si tenemos una petición. Aparte de una joven amable, nadie habla inglés. Máquina turística, considerada como ganado de paso, de cuya dueña, la señora Ariela, se burla abiertamente: mi marido habla yiddish.
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