Usuario invitado
12 de enero de 2023
Hay varios factores que, sumados, logran que la estancia en este peculiar 'hotel' resulte una agradable experiencia. El principal factor es su anfitrión, Regis (creo que se escribe así), una persona extravertida y simpática que te transmite alegría, buen humor y educación. Pone cariño en la elaboración y presentación de los desayunos, te facilita información valiosa y se expresa en español con gran soltura. Seguramente, Regis tendrá días malos y problemas como todo el mundo pero la sensación que transmite al tratar con él durante varios días es siempre muy buena, cercana, y eso no es fácil. El resto de factores son que el edificio es acogedor, a pesar de tener un aspecto muy modesto, de esas casas que conservan lo bonito de ser viejas pero que ha sido acondicionada con las comodidades del s.XXI para que disfrutes. Eso sí, importante: las escaleras son muchas y estrechas, y la buena forma física es indispensable si te alojas en los pisos superiores. Los desayunos son muy agradables. También es relevante la facilidad para estacionar el coche cerca, la fácil orientación desde esta casa hacia los lugares relevantes de Carcasona (aunque la ciudadela medieval está algo alejada del 'hotel', al otro lado del río, pero no tan alejada como para que sea un problema, ni mucho menos). Digamos que, en resumen, la experiencia es similar a alojarse en casa de un amigo alegre y educado, con buena mano para la cocina y que se esmera en los detalles, en aconsejarte y en que disfrutes de tu estancia. Y que para un hispanoparlante que sólo balbucea el idioma francés la facilidad para entenderse con este anfitrión es absoluta. Y un detalle nada desdeñable: el extravertido Regis escucha música clásica mientras cocina y sirve los desayunos o mientras limpia y ordena la casa.