Usuario invitado
21 de julio de 2025
“Todo incluido... pero con letra pequeña (y gafas de aumento)” Reservamos este hotel porque decía que estaba “cerca de la playa”. Lo de “cerca” debe ser un concepto relativo, como “pronto” en las citas médicas. Porque, sí, está a 25 minutos andando, que con calor y chanclas de goma se sienten como una maratón. Eso sí: si bajas a la playa vas cuesta abajo, pero si vuelves... vas cuestionándote la vida. El todo incluido… bueno, es un “casi nada incluido” pero con entusiasmo. ¿Un café antes de las 10 de la mañana? Solo si estás dispuesto a pagarlo. ¿Patatas chips o similares? Ni lo sueñes. ¿Dulces? Jajaja. ¿Botellitas de agua? En vaso y da gracias. Si esto te parece mucho a las 18:00 en punto se acaba el chollo. El reloj de la Cenicienta marcaba las 12...aquí cambia el cuento, a las 6! El personal es, en general, correcto. Ni amables ni bordes, simplemente… ahí están. No te aplauden cuando entras al comedor, ni te despiden con palmas cuando te vas. Ahora, Julián, el crack del bar de la piscina, merece una estatua. Siempre con una sonrisa, atento, simpático… un unicornio en medio del campo. También había a una señora bajita que parecía entrenadora del equipo olímpico de disciplina, la suerte nuestra que no tenía dos cuartas más, sino daría miedo pedirle algo. La comida... pues mira, sin pena ni gloria. Si esperas churros en el desayuno porque estás de vacaciones, agárrate: salieron un solo día en toda la semana. Pero claro, así pueden decir que “sí los ponen”. Muy bien jugado hotel mediterráneo. El arroz tres delicias tenía su propia personalidad. Duro no, nivel canto rodado de la playa. Lo dejabas caer en el plato y con tiempo incluso podías componer alguna musiquita. El café... sorprendentemente bebible, lo cual ya es una alegría. Los postres escasos, pero un día sacaron una fuente de chocolate. ¡Alegría máxima! Un oasis en el desierto pastelero. La piscina es lo mejor sin discusión: grande, limpia, agradable, y con hamacas libres siempre (milagro). Pero a las 19:15 el socorrista te va echando con la sutileza de una madre cuando te dice “vete recogiendo, que mañana madrugas”. Y claro, la playa está lejísimos, así que si te apetece un baño más tarde, lo tienes crudo… o sudado. La playa, cuando llegas, te recibe con un paseo largo y calentito. Pero lo que es la orilla… rocas, algas, olor a mar muerto (literalmente). Muy bonito para hacer fotos desde lejos, no tanto para meter los pies. La animación mejora los fines de semana. Entre semana, bastante hacen los animadores con lo poco que tienen. Un abrazo a esos valientes. La habitación no está mal… hasta que llega el momento de dormir. Los colchones piden jubilación y las almohadas son más simbólicas que funcionales. No compré souvenirs porque ya me traje un bonito dolor de cuello de recuerdo. ¿Volveremos? Solo si nos prometen churros diarios, botellas de agua incluidas, y un colchón que no proteste por la noche. Que no, que no, ni aun así! No volveremos, pero gracias por las anécdotas 😄