Juanclu
21 de septiembre de 2023
Para terminar nuestra estancia en Marruecos nos desplazamos desde Marrakech hasta este hotel. Tardamos casi una hora en llegar; utilizamos transporte facilitado por el hotel, y creo que un taxi desde Marrakech nos hubiera costado más. El sitio está perdido del mundo. Tras el caos de la medina de Marrakech llegamos a la paz y sosiego del desierto. Todas las personas con las que tuvimos contacto fueron muy muy amables, tanto en recepción (un chico habla español), como en el restaurante como en la sala de masajes. Todo es muy fotogénico, y la mayoría de clientes llevan hasta sus mejores galas para hacerse fotos y fotos y fotos. Toda la comida, y cocteles, que tomamos estaba muy rica. Falta alguna burguer en la carta (aunque si la pides te la traen porque parece que es del menú infantil ). En las piscinas se está fenomenal; aunque en la gris hay bastante menos sombra (y está más masificada) que en la azul (preferíamos estar en esta). La piscina azul está bien pero las duchas están estropeadas, no tiene servicio de bar, y se nota que está un poco más dejada. Se pueden hacer excursiones de un día, o probar los quads o montarse en camello, o hacerse unos masajes que te dejarán relajado. La cabaña en la que estuvimos era la más aislada, daba directamente a un pequeño barranco, y a un desierto infinito. La puerta/ventanal estaba estropeada, la puerta principal era complicada de abrir/cerrar, y el lateral del ventanal no se cerraba al 100%. Aún así estuvimos genial. Por la noche hay música beréber en directo; también encienden una fogata junto a la que puedes estar tomando una copa o fumando en sisha. Barato no es, ni el alojamiento ni la comida, pero bueno, fueron sólo dos noches. Esta bien para conocerlo, pero más de dos noches parece un exceso.